Los Movimientos Sociales en el Chile de hoy

El año 2018, bien se puede decir, fue el año de los movimientos sociales emergentes: en mayo, las tomas y marchas feministas de las jóvenes de las principales universidades del país; en agosto, la crisis ambiental de Quintero – Puchuncaví que provocó la intoxicación de cientos de personas y la constitución de un Cabildo Comunal, marchas y cortes de caminos; y, en noviembre, la muerte a manos de Carabineros, de Camilo Catrillanca de la Comunidad Temucuicui, en la comuna de Ercilla, que provocó condenas, concitó solidaridades en el nivel nacional y gatilló una profunda crisis en el Alto Mando de la policía uniformada chilena. Esta mayor visibilidad pública de los movimientos sociales no es nada de casual, ya que se trata, ni más ni menos, que de tres movimientos sociales chilenos muy activos y que han venido alcanzando una importante capacidad de movilización y presión.

En contra de toda previsión, y a pesar de la distancia de la mayoría de la población con la política, los movimientos sociales, por diversas razones y circunstancias, vuelven por sus fueros, como lo fue a lo largo de la historia chilena durante todo el siglo XX. Esta es probablemente, la mayor novedad del Chile de hoy, la sociedad civil paulatinamente se vuelve a activar mientras que en el campo político tradicional predomina una cierta inercia neoliberal que mantiene el actual gobierno y frente a la cual, las promesas y la acción de los nuevos opositores del Frente Amplio, se muestra con escasa capacidad de incidir en la política nacional.

En este número, recogemos las reflexiones y debates de tres Encuentros de Movimientos Sociales que alcanzaron mayor protagonismo durante 2018 y que se realizaron desde sus propias organizaciones, en alianza con ECO: Feminismos del Sur (septiembre); Las luchas del pueblo mapuche (octubre); y, Las luchas por el Agua y los Territorios (noviembre). La revista presenta las síntesis de las reflexiones compartidas por los expositores y participantes de cada jornada. Además, las conclusiones de un taller que se realizó a fin de año, convocando a integrantes de los tres movimientos para dialogar en torno a evaluación y proyecciones del espacio.

Desde un punto de vista histórico, los movimientos sociales, especialmente obrero, campesino, de pobladores y estudiantiles fueron actores fundamentales en la política chilena, y de cierto modo, lo siguen siendo, aunque con desarrollos más limitados que en el pasado. Lo que ocurre es que cada movimiento tiene su propia historicidad, sus ritmos, sus tiempos, sus estructuras organizativas que varían según evoluciona la sociedad, la economía, la cultura y el propio Estado. Pero, otra parte, dependiendo las coyunturas o la situación social y política pueden surgir nuevos movimientos, como ocurrió en dictadura, en que re-emergió el movimiento de mujeres, se organizó un movimiento de Derechos Humanos, se fortalecieron las comunidades cristianas y el protagonismo de los jóvenes y las mujeres en las poblaciones y se fueron modificando las orientaciones y las metas de lucha del pueblo mapuche. En esta etapa, no desapareció el movimiento obrero, que fue capaz de convocar a la primeras Protestas Nacionales en contra de la dictadura, pero no tuvo la capacidad de dar continuidad a sus luchas, que si se hicieron más permanentes y de mayor alcance entre las mujeres y los pobladores.

Las preguntas al día de hoy son, qué hay de nuevo y de continuidad desde las mujeres y el feminismo, desde el pueblo mapuche y desde los ambientalistas, así como también que relaciones tejen o se producen desde estos nuevos movimientos y los más tradicionales. Hay varias maneras de responder a estas preguntas. En el caso de las mujeres y el pueblo mapuche, si bien alcanzan nuevos desarrollo en el tiempo actual, son también movimientos históricos que se organizan a partir de contradicciones fundamentales de la sociedad y del Estado. Si el movimiento obrero se organizaba en contra de la explotación del capital, las mujeres se organizan para luchar en contra del patriarcado como forma de dominio (y explotación) de las mujeres, debidamente funcional al desarrollo del capitalismo. El pueblo mapuche, por su parte, se pone de pie para luchar y modificar las relaciones de poder colonial que el Estado chileno ha establecido con nuestro pueblo originario. Finalmente, los movimientos ambientalistas enfrentan las nuevas formas de capitalismo globalizado, que expande el extractivismo, atentando y subordinado a la naturaleza en los países del otrora “tercer mundo”. Patriarcado, colonialismo y extractivismo son tres formas de dominio y sometimiento de nuestros pueblos. Comprometen de modo transversal al conjunto de la sociedad (a los trabajadores, los campesinos, los pobladores y los estudiantes), con todas sus secuelas de machismo, racismo y clasismo.

Los movimientos sociales, de raíz popular y progresistas son los modos en que los pueblos y las sociedades enfrentan las opresiones y las diversas formas de dominio, haciéndolas visibles y buscando “desmontarlas” como relaciones de poder que dañan la vida social, la convivencia humana, la naturaleza, la justicia social, la igualdad, la libertad y la noción misma de la democracia. Los movimientos sociales, por otra parte, tienen la virtud que en cuanto se organizan, luchan, estudian, proponen alternativas, inician procesos de liberación, generando personas, asociaciones y redes que adelantan nuevos tipos de relaciones sociales, nuevas identidades, y nuevos sentidos para la vida, tanto individuales como colectivos.

Agosto 2019

Publicado en Revista Cal y Canto Nº 6

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